viernes, 5 de abril de 2013

Los contextos de Twitter

   He dejado pasar un tiempo. No por exceso de trabajo. Ni por acumulación de tareas. No es que haya tenido mil textos que corregir, trescientas clases que preparar, media docena de artículos que entregar en el último minuto, o infinitos contratiempos burocráticos, traumáticos, selváticos. Nada de eso. Sencillamente estaba esperando: "la columna periodística es mi género", escribí hace meses en este mismo blog. Esperaba la llamada. Estaba convencido de que el blog tendría que morir cuando me ofrecieran LA COLUMNA. "Para qué malgastar ideas", me dije. Y esperé.


"Ordenador para dibujar palabras e ideas", según Candela.

   Si vuelvo ahora, mi siempre sagaz lector (o lectora), es porque desde hace días tengo el móvil destrozado y la reparación "llevará semanas", según me contó ayer el técnico. Durante un tiempo, no espero llamadas. Y sé además que las ideas se disipan si no las dejas crecer en un papel o en una pantalla. Así que ahí va una idea: Twitter es una herramienta poética porque multiplica las posibilidades interpretativas de cada breve enunciado. El lector interactúa al responder a un tuit (o al retuitearlo, o al marcarlo como favorito), pero sobre todo participa activamente en la tarea de asignar un valor semántico a cada unidad sintáctica. Es decir, en Twitter el lector contribuye a construir el texto -su sentido, su valor semántico y pragmático real- mucho más que en cualquier otra clase de comunicación personal o escrita.
   Se creen los economistas que solo ellos pueden utilizar expresiones estúpidas. Cosas del tipo "volatilidad de los mercados", por ejemplo. Pues no. No solo ellos pueden hacerlo. El periodismo, como todo animal herido de muerte, no tiene miedos ni complejos. Así que lo diremos también así: "volatilidad de los contextos". He ahí la causa de esa libérrima interpretación de enunciados en Twitter. En especial, si el tuit carece de enlace o vínculo que proporcione algunas pautas de interpretación. En esto, ya decía antes, Twitter se comporta como un gran poema coral. Cada tuit es (puede ser) un verso libre. Los enlaces y las conversaciones conforman poemas, que su vez funcionan como contextos más precisos, que a su vez prefiguran interpretaciones menos abiertas.
   Aporto algún ejemplo. Un día, en una conferencia sobre la columna periodística (sí, allí donde sufrí el ataque de celebridad y me obsesioné con ser columnista), dije algo sobre Francisco Umbral. La frase era más o menos así: "un columnista llamativo, contundente, ha dejado una obra mucho más discreta". Expliqué antes que las columnas, salvo excepciones, suelen morir con los periódicos en que se publican. Y expliqué después que el legado de Umbral es más discreto porque, a mi juicio, lo fundamental de su obra periodística no es el adorno brillante, la prosa florida, el artefacto verbal preciosista. Más valioso aún que lo anterior me parecen sus hallazgos en la estructura de la columna, su manera de acercar el género a otros ámbitos de la escritura, su participación como personaje literario en las columnas que firmaba... Todo esto, tan importante para la moderna columna periodística, llama menos la atención en una primera lectura: por eso decía que su legado es menos visible, más discreto. Sin embargo, en Twitter se perdió el contexto. En Twitter los contextos desaparecen o se difuminan. 
   Último ejemplo. Otro día, después conversar con un profesor de Economía en la cafetería de la Facultad, escribí un tuit que decía lo siguiente: "Ayer, un profesor de Economía, mientras tomábamos café: 'El verdadero problema es que quien tiene la solución no tiene el problema'." Intentaba resumir así una charla de más de media hora. Mi colega habló de economía, claro, y yo entendí lo que pude. Habló de Alemania, de lo poco que le preocupaba nuestra situación, de lo fácil que sería afrontar el problema si el norte de Europa también lo sintiera como su problema. No dijo de forma literal la frase que yo escribí. Después de tanto esfuerzo de síntesis, salvé la idea -quizá- pero perdí para siempre el contexto. Desde entonces me han "respondido" en Twitter de mil modos, apelando a toda clase de asuntos y adoptando una infinita variedad de estrategias interpretativas. Algunos lectores vieron un enunciado de carácter económico. La mayoría se inclinó por hacer una lectura política. Y luego viene la categoría de los "inclasificables". Alguien respondió en clave pedagógica. Alquien consideró que "el verdadero problema" era de naturaleza religiosa. 

4 comentarios:

  1. Hace tiempo creí darme cuenta de que, en televisión, las frases breves y contundentes arrancan los aplausos más entusiastas, incluso cuando dos de ellas se contradicen entre sí. Quizá el público premia la claridad de una sola sentencia entre el barullo de ataques y contraataques. Quizá, lo que se dice en 140 caracteres tiene el valor añadido de la brevedad; cada cual entiende lo que quiere o puede pero siempre suena punzante y agudo. Ya son varias las ocasiones en las que releo un tuit sin entenderlo, reorganizando comas imaginarias, y me quedo con la extraña sensación de estar perdiéndome algo ingenioso.

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