jueves, 25 de octubre de 2012

"Yo soy de los que creo..."

   Una hipotética historia de la redacción periodística debería considerar esta idea: después de unos siglos de escritura personal, ajena a rutinas y pautas profesionales, el periodismo del siglo XX descubrió la objetividad. La adoró incluso. Buscó y premió la desaparición del autor. Sin embargo, en el último tramo del siglo pareció cambiar la tendencia. Lectores, oyentes y espectadores pedían cada vez más subjetividad. La noticia se hizo crónica (cuando no crítica), el texto informativo se esforzó por hallar nuevos ángulos, se ensalzó el punto de vista original, la columna se atrincheró en la firma y los egos se expandieron por doquier. Finalmente, ya en el siglo XXI, llegó la extrema confusión, la mixtura total de géneros y estilos. Los medios digitales han tomado nota de Facebook y Twitter: mejor si es breve, contundente y personal.    
  Está de moda la exhibición del yo, está de moda el intercambio masivo de juicios de valor categóricos -mejor si no superan los 140 caracteres-, está de moda contar qué piensas, qué opinas, qué sientes... He ahí la tendencia. Y bien está que así sea (aunque una buena amiga, a propósito de un asunto similar, dice que "es mejor hacerse el despistado que aceptarlo"). Dejémoslo constatado, entendido y casi aceptado. A fin de cuentas también yo sostengo un blog sobre escritura periodística plagado de referencias personales. 
    Sin embargo, todo lo anterior no debe condenarnos a permenecer impasibles ante ciertos excesos. Subrayo aquí uno evidente: "yo soy de los que creo que". Ya resulta casi siempre absurda, por innecesaria, la introducción "yo pienso que". Pero aún más absurda, redicha (pedante) y egotista es la fórmula "yo soy de los que (...)". Lo lógico sería añadir ahí, al final de la cláusula, el verbo "creen": de entre un grupo ("el grupo de los que creen algo"), me señalo y destaco ufanamente a mí mismo. De poco sirve luchar contra el espíritu de una época. Conforme, bien está: "yo soy de los que creen que este tipo de expresiones son ridículas". Quizá innecesario y pretencioso, pero correcto. Lo malo es que, en lugar de "creen", hay quien dice y escribe "creo". Así, en primera persona del singular. La apoteosis del ego: "yo soy de los que creo". Yo, yo, yo, yo, yo... El paso siguiente debería ser este: "yo soy de los que yo creo que (...)". Etcétera.

domingo, 14 de octubre de 2012

La pedantería


  Un lector publicó hace unos días un comentario en este blog. No estoy acostumbrado a esa clase de homenajes. Por eso lo leí con particular atención. "Es usted un pedante", bramaba el anónimo lector. "Qué tío tan pedante es usted...". Duele reconocerlo, pero a veces hay que tragar orgullos, vanidades e ínfulas. No lo niego. Tiendo a la pedantería como la nota de prensa a la ocultación. Como el lenguaje poético a la cursilería. Como el océano a la humedad. Puede que tenga usted mucha razón, querido lector. Por otra parte, llevo años sospechando que solo tengo un lector -quién sabe si es usted- y no me atrevería a porfiar con tan extraña y delicada criatura.
   Dicho lo cual (lo siento: soy así de pedante), debo aclarar dos cuestiones. La primera: tiendo a la pedantería por una especie de instinto irrefrenable, pero en realidad pienso que la erudición vana e inoportuna resulta casi siempre ineficaz. El pedante habla o escribe mal porque su erudición no sirve casi nunca para conseguir aquello que pretende lograr. Aunque es cierto que, con frecuencia, el objetivo del pedante es solo mostrar que sabe mucho. "Parece que sabe mucho", traduce en seguida el sagaz oyente, el inteligente lector, "pero en realidad este tipo es un plasta".