Por un día pido al sufrido lector licencia para distraerme. Solicito a la amable lectora que me permita olvidar provisionalmente la escritura periodística. Incluso la escritura. Esa férrea y caprichosa temática me ha dejado sin audiencia. Solo quedas tú, singular lector. Solo queda usted, generosa lectora. De ahí que necesite recurrir a las malas artes de la crónica mundana. Un blog sin lectores, además de una tautología, es una dolorosa bofetada al aire
La crónica mundana comienza con una graduación universitaria. Ocurrió la semana pasada. Ya la invitación que recibí indicaba con claridad de qué van estas cosas: "acto de Graduación del Grado en Periodismo". Todo con muchas mayúsculas. Todo muy solemne, muy formal. En la ropa, al menos. Me gusta acudir a estas citas con un traje de los que utilizo a menudo para ir a clases: precisamente porque una clase cualquiera merece al menos la misma solemnidad que suscitan estas coloridas fiestas. En los discursos, tanto de los profesores como de los alumnos, muchas bromas. Cada quince segundos, un chascarrillo. Pienso en dos palabras para definir este tipo de ceremonias: "galas", "eventos".