lunes, 7 de enero de 2013

Las comparaciones

   Me reprocha un amable lector (mi único lector, según sospecho desde hace siglos) que no escribo con suficiente garra en este cuaderno. No lo dice exactamente así, sino mediante una atenuadora comparación: "en un artículo que he leído de usted por fin he visto que se moja, porque lo que escribe en este blog...". He respondido que respeto los géneros, que aquí la cosa es más o menos teórica, pero que -retomando la comparación- en otros lugares el tono sería distinto. No me gusta esconderme. Al contrario. En los artículos de fondo, o tribunas, me atrevo como el que más. Y qué pena que nadie me ha haya pedido nunca que escriba mordaces columnas. Siempre supe que la columna es mi género. 
   A lo que iba: las comparaciones. Como acabo de mostrar, no todas son dañinas. Aunque el tópico insista -es su obligación- en que son odiosas, a mí nunca me han caído mal. Por disentir del tópico, lo confieso, pero también porque de verdad creo que la comparación no merece tan mala fama. Piensen en la dignidad aristocrática de la metáfora, o en la complejidad conceptual de la alegoría. A su lado la comparación se transforma en un juego infantil, facilón, casi vulgar.
   Lo más curioso es que, desde hace unos años, también en los periódicos tiene la comparación mala prensa. Cada vez que aparece en un titular suena a reproche: "Menganito compara a Fulano con Citano". Lo cual debe traducirse más o menos así: yo, redactor del titular (o el yo de mi jefe, más verosímilmente), juzgo que Menganito ha hecho mal al citar a Fulano en relación con Citano. Un ejemplo.


   Entiendo que el diario ABC no simpatice políticamente con ERC o con CiU. Comprendo que aborrezca el nazismo. Doy por hecho que, para ABC, Francisco Franco fue un dictador, un enemigo de la democracia y de la libertad. E intuyo -no quisiera precipitarme sin estudiar a fondo la materia- qué opina este diario sobre el ministro de Cultura, José Ignacio Wert.
   Bien está todo lo anterior, pero la cuestión fundamental, aquí y ahora, es qué culpa tiene la comparación. ¿Por qué se insinúa que comparar es intrínsecamente malo, cuando no perverso? ¿Por qué se desliza que comparar a Wert con Franco o con el régimen nazi es un disparate? "Comparar" no es "equiparar", como quizá se intente sugerir. "Comparar" es solo orientar la mirada hacia al menos dos cuestiones. La comparación permite ver semejanzas y diferencias (no solo semejanzas, como automáticamente se sospecha). Quien compara "fija la atención en dos o más objetos": el disparate, si llega, viene después, cuando se relacionan de un modo u otro esos objetos o cuestiones.
   Así que, al leer el titular citado ("ERC y CiU comparan al ministro Wert con el régimen nazi y con Franco"), me pregunto muy circunspectamente: "¿Y? ¿Dónde está -cuál es- la noticia?". Es decir: "¿de qué informa?". Casi de nada. Informa de que ERC y CiU han relacionado de algún modo a Franco y al régimen nazi con el ministro Wert. ¿De qué modo? ¿Cómo? ¿No es precisamente eso (el tipo de relación) lo esencial? Respecto al nazismo, en el texto de una versión posterior de esta noticia se indica: "En plena diatriba contra el ministro, una intervención salpicada de frases en catalán, sus dos compañeros de formación mostraron unos carteles similares a los diseñados por el Gobierno británico para hacer frente a la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial". Respecto al dictador Francisco Franco, esta frase: "No faltó la comparación habitual con los ministros del régimen franquista". Nada más. Como es "habitual", todo el mundo sabe a qué comparación nos referimos...
    Quien "compara", inevitablemente, "relaciona", "fija la atención en dos o más objetos". ¿Resulta excesivo pedir a los medios de comunicación que detallen el tipo de relación establecida en las comparaciones? ¿Genera esto un trabajo inasumible para los periodistas? ¿Es que tal petición rompe los moldes del texto informativo? ¿No será más bien al contario? ¿No será que el verbo "comparar" sugiere algo negativo, a modo de crítica, sin necesidad de explicar nada? ¿No será que, si se aportaran los detalles, se perdería la oportunidad de juzgar y opinar a través de un enunciado de apariencia informativa? ¿No será que lo real, lo que de verdad ha ocurrido, es mucho menos contundente que aquello que se pretende sugerir o insinuar?

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