viernes, 31 de octubre de 2008

Manuel Alcántara

Se celebra en Málaga un Congreso Internacional sobre Manuel Alcántara. A sus 80 años, don Manuel ha publicado más de 18.000 artículos. Lleva este hombre 50 años escribiendo su columna diara. Se suele destacar -y ciertamente debe ser destacado- que sólo ha faltado un par de días a su cita con los lectores.

Pero todo ello afecta a la cantidad. Quizá no se insiste tanto en el elogio sobre la calidad de sus artículos. Y no me refiero, por supuesto, a Málaga, donde Alcántara es un escritor leído y querido (allí se acaba de crear una Fundación para propiciar el estudio de su obra). Me refiero sobre todo al resto de España, y muy especialemente a Madrid.

El jueves pasado, en el citado congreso, me tocó hablar de la columna y de la poesía de Alcántara. Periodismo y poesía: términos, para muchos, casi antitéticos. Descontadas bobadas y obviedades, de mi intervención en el Congreso pueden sobrevivir -siquiera para este humilde y moribundo blog- tres ideas. Primera: la ironía periodística de Alcántara es quizá un ejercicio de distanciamiento respecto a la realidad que equivale, en la poesía, a su profundo escepticismo. Segunda: Alcántara escribe con claridad y amenidad, pero también con profundidad. Y tercero: la escritura de don Manuel es magistral en el sentido menos metafórico del adjetivo. Por provocar un poco a mi universitaria audiencia, incluso me permití sugerir que quizá deberíamos crear una asignatura que se llamara así, "Manuel Alcántara". Seguramente resultaría muy útil.
Dentro de algunos años (o algunos siglos), quizá se valore a Manuel Alcántara como merece. Como Málaga ha empezado a hacer. Es decir, como uno esos grandes columnistas -Umbral, Campmany, Tecglen...- que heredaron el magisterio de Ruano, Cavia o Camba. Ahora, me temo, Manuel Alcántara es un señor entrañable o desconocido que vive y publica fuera de Madrid.

lunes, 27 de octubre de 2008

La televisión

Una alumna, durante la Revista de Prensa de clase (con mayúsculas: un respeto), ha leído un listado de noticias emitidas hoy por no sé qué informativo de televisión. En la carnicería del mercado hay menos músculo desgarrado, menos sangre. ¿Por qué los sucesos? Responde otro alumno: por la audiencia. ¿Sólo? Y porque cuesta poco elaborar ese tipo de información, añade un compañero. ¿Poco esfuerzo, poco talento? No: poco dinero.



Se acabó la clase (la prevista, la que había preparado). El ejercicio práctico se convierte en una reflexión interminable sobre la televisión y sus problemas. Al final, no sé por qué, acabamos hablando incluso del suicidio como materia prima de ciertas informaciones. He citado a El Roto (Ándres Rábago). Me gusta colocar sus viñetas junto a un párrafo, deliciosamente ingenuo -leído hoy, claro-, del libro Aquí está la televisión: su ventana al mundo ( T. Hutchinson, 1946): “La televisión significa el mundo en su casa y en las casas de toda la gente del mundo. Es el mayor medio de comunicación jamás desarrollado por la mente del hombre. Ella hará que se desarrolle la buena vecindad y traerá la comprensión y la paz sobre la tierra, más que ninguna otra fuerza material en el mundo actual”. Pobre Hutchinson. Cuánto le hubieran asombrado las viñetas de El Roto. Ésta, por ejemplo (El País, 6/09/2003):

sábado, 25 de octubre de 2008

Cacería de erratas

En enero de 2003 entrevisté al escritor y editor José Esteban, que acababa de publicar un interesante libro: Vituperio (y algún elogio) de la errata. Él mismo, víctima de una dislocación onomástica, había sido llamado una vez "Jorge Estorban". En su texto, recogía Esteban la historia de un poeta cubano que escribió: "Siento un furor atroz que me devora". El verso fue publicado de otro modo: "Siento un furor atrás que me devora". Recuerdo que en las reseñas y críticas de aquel Vituperio no faltaba casi nunca la sonorísima errata que mancilló Arroz y tartana, de Vicente Blasco Ibáñez. La palabra ceño había sido confundida con otro término de similar sonido, lo cual dio como resultado una expresión entre metafórica y malsonante: "Aquella mañana, doña Manuela se levantó con el coño fruncido".
La errata, me dijo José Esteban, "se cuela en todo tipo de textos, los trastoca, no respeta a ninguna clase social y es realmente invencible". Las erratas sobreviven (como "microbios", decía Gómez de la Serna, o como "caries", según Neruda) a toda prevención e higiene. Aniquilarlas tal vez resulte imposible, pero más nos vale intentar evitarlas para al menos no ser devorados por ellas. Eso hacían antaño los correctores del periódico. Ahora apenas quedan, y así nos va.
Con ánimo reivindicativo, la Unión de Correctores de España (UNICO) ha organizado de nuevo una cacería de erratas en Madrid. El presidente de la UNICO, Antonio Martín, explica a la Agencia EFE: "De fondo hay una sensación de que no pasa nada. Las faltas ortográficas te asaltan todo el tiempo, dan ganas de ir por la calle con un rotulador y un borrador". Durante esta cacería, un grupo de correctores ha recorrido el centro de Madrid para fotografiar erratas. Antonio Martín advierte: "Esto es una caza menor, comparada con la que se puede hacer abriendo un libro, un periódico o un texto administrativo". Tomamos nota, Antonio.

viernes, 24 de octubre de 2008

Carne y tortilla

Oído en la radio, en los informativos de la Cadena SER. Contexto: cumbre del 15 de noviembre en Estados Unidos para abordar la crisis financiera; España no está invitada; el Gobierno español quiere acudir a la cita. Texto: una periodista dice que "la diplomacia española no da el tema por perdido y pondrá toda la carne en el asador para dar la vuelta a la tortilla". Tópico sobre tópico. El resultado, hilarante, llega días después a la siempre curiosa "Unidad de Vigilancia Lingüística" del programa Hoy por hoy: "claro que [esa frase] -dice el periodista Isaías Lafuente- siempre queda mejor que si decimos que la diplomacia española va a poner todos los huevos necesarios para dar la vuelta a la tortilla, que sería más preciso desde el punto de vista gastronómico, pero nos llevaría a una polisemia grosera".

martes, 21 de octubre de 2008

Sin-vergüenza

Mañana más, decía ayer. Y hoy ya hemos comentado algo en clase. El Mundo, el sábado pasado, concluía así su artículo editorial: "Garzón es un sin vergüenza que se ha convertido en una bomba de relojería para la Justicia". El domingo, en un breve texto de la sección "fe de errores" (p. 4), el periódico aclaraba que no pretendía "calificar al magistrado, sino describir su conducta". Es decir: que donde leímos "es un sinvergüenza" se quiso escribir "es un hombre sin vergüenza que (...)". Menuda diferencia.

lunes, 20 de octubre de 2008

Errores, errores, errores


Escribe D. Randall, en el segundo capítulo de su excelente El periodista universal, que los periódicos deberían publicar siempre una nota aclaratoria como la que sigue: "este diario, y los centenares de miles de palabras que contiene, han sido producidos en aproximadamente 15 horas por un grupo de seres humanos falibles, que desde despachos atestados tratan de averiguar qué ha ocurrido en el mundo recurriendo a personas que a veces son remisas a contárselo y, otras veces, decididamente contrarias a hacerlo". Quizá Randall se quede corto. El periodismo, tan noble en sus objetivos teóricos, es una portentosa fábrica de incorrecciones, barbaridades (intencionadas o fortuitas) y desatinos.
La semana pasada, y precisamente en unas líneas redactadas para alertar sobre los errores lingüísticos, el autor de este blog no tuvo mejor ocurrencia que escribir lo siguiente: "Por los textos que me habéis entregado en clase (y, sobre todo, por los que adjuntáis en este foro), parece claro que muchos de vosotros tenéis graves problemas de redacción. No me refiero a la redacción periodística. Hablo sólo de redacción: es decir, de correción [sic], de gramaticalidad". A continuación planteaba la posibilidad de crear un espacio, dentro del campus virtual, para anotar y comentar ese tipo de fallos. Un alumno despierto se armó de ironía para apoyar solemnemente la propuesta: "Me parece una gran idea. De hecho, me aventuro a señalar el primer error: correción en vez de corrección. La correcta es la segunda".
¿Una simple errata sin importancia? No lo creo. Se trata de un error fácilmente evitable (bastaba haber leído y releído con mayor atención). Por eso mismo, se trata también de un error especialmente lamentable.
Mañana, más.

sábado, 18 de octubre de 2008

No dar nada por hecho

En Londonderry, New Hampshire, Barack Obama dijo justamente eso: los sondeos no ganan elecciones, cada voto es importante, hasta el último minuto todo es posible, etcétera. "No hay que dar nada por hecho", apostilló el candidato demócrata. Obama habla de lo suyo, claro está, pero su mensaje (político) también merece algún otro tipo de lectura. No es prudente dar nunca nada por hecho: aunque los periodistas siempre -casi por definición- tengamos prisa y multitud de datos que gestionar, aunque resulte insano sospechar de todo y de todos, aunque nos dejemos ayudar con frecuencia por la verosimilitud, la previsión y el prejuicio. Nunca hay que dar nada por hecho, dice Obama. Y cabe añadir: ni siquiera los hechos deben ser dado por hecho. Al menos, no automáticamente.
Obama, en Toledo (Ohio), fue abordado por un tal Joe. La historia de este fontanero sonaba ciertamente a reproche: explicó Joe al candidato Obama que pensaba comprar la empresa para la que trabajaba; que esa compañía ingresa más de 250.000 dólares (unos 187.500 euros); que con un gobierno del Partido Demócrata estaría obligado a pagar más impuestos; que, en consecuencia...
Dejemos ahí los hechos. Aparentes hechos. El diario The New York Times se ha molestado en investigar qué había tras la historia del tal Joe. Y resulta que Samuel J. Wurzelbacher no tiene licencia para trabajar como fontanero en Ohio, que no ha realizado ningún curso para ejercer ese oficio, que no es independiente (como él mismo se presentó ante Obama), que está inscrito como votante republicano y que las cifras sobre la supuesta operación de compra empresarial no parecen del todo convincentes. Lo malo es que ahora, después de leer unos cuantos textos más sobre el tal Joe, no sé ya qué pensar. Sinceramente: no sabría decir si su charla ante Obama fue real (sincera, espontánea) o mero attrezzo propagandístico. Y lo peor es que la culpa la tiene The New York Times. Eso pasa por molestarse en comprobar.

jueves, 16 de octubre de 2008

La información seria, pero en broma

Los columnistas gráficos, en el viejo periodismo de papel, llevan siglos demostrando cómo retratar con precisión y brillantez. A propósito de la actual crisis financiera, recomiendo este sugerente vídeo. Me pregunto: ¿humor? ¿Sólo humor?

miércoles, 15 de octubre de 2008

Por qué estudiar periodismo

En el foro de la asignatura he colocado esa extraña pregunta: ¿por qué y para qué estudiar Periodismo? La mitad de la clase ha opinado ya. Quizá la otra mitad también ha respondido de algún modo -tal vez con una mueca de fastidio, tal vez con una meditación silenciosa- a esa pregunta tan desasosegante: por qué, para qué...
Sé que a menudo el desánimo invita a pensar en otras cosas. Por eso me gustaría citar aquí a una ex alumna ejemplar. Se llamaba (y se llama) Carmen. Como no pudo estudiar Periodismo cuando era joven, decidió matricularse hace unos años en esta Facultad de Ciencias de la Información. Acababa de jubilarse y por fin podía hacer lo que le diera la gana. En este caso se trataba de estudiar Periodismo por puro placer. El año pasado, en el foro académico de Redacción Periodística (y ante una pregunta similar: por qué, para qué...), Carmen escribió: "El Periodismo es vocación. Y vocación que se contagia. ¿Sabéis que me dijeron mis nietos cuando conté que quería estudiar Periodismo? Pues me dijeron: "¡¡¡Abuela!!! ¡Pero si esa carrera tiene muy pocas salidas...!". Lo mejor de todo es que Carmen debió de convencer a sus nietos, porque dos de ellos estudian ahora Periodismo.

viernes, 10 de octubre de 2008

Microblog de Periodismo

Hola a todos. Nace este blog (uno más, de entre tantos) para compartir reflexiones sobre periodismo. En concreto, sobre redacción periodística. Hubo una vez, hace no sé cuántos años, una asignatura de Periodismo que se llamaba así, sin más adornos ni matices: "Redacción Periodística". Recuerdo bien a nuestro profesor. Era -sigue siendo, será- un sabio. Bernardino Hernando nos enseñó a ver de otro modo las noticias, las entrevistas, los reportajes. Aprendimos allí (aula 525, Facultad de Ciencias de la Información, Universidad Complutense de Madrid) a leer periódicos con placer y distancia crítica.
Ahora, por azares que ni siquiera intento comprender, yo también doy clases de Periodismo. Y en la misma Facultad. Y también de "Redacción Periodística", aunque el nombre oficial se ha modificado algo. Hace unos días pedí a mis nuevos alumnos que crearan un blog: una especie de diario personal que les permita anotar todo aquello que, en relación con la vieja/nueva asignatura, resulte digno de ser examinado y comentado. Yo me comprometí a dar el mismo paso. No sin dudas. Es verdad que algunos blogs me parecen admirables. Más vale leerlos (o recomendar leerlos) que glosarlos. Sin embargo, tengo la sensación de que Internet comienza a ser un océano plagado de confesiones y charlas inútiles. Para qué añadir -me he dicho con frecuencia- un frívolo desahogo más. No le faltan, pues, prevenciones y condicionantes a este cuaderno. En el mejor de los casos, quizá ayude -a mí, a mis alumnos, a cualquiera que pase por aquí- a analizar, comprender o replantear tanto la escritura del viejo periodismo impreso en papel como la redacción de otros periodismos posibles (radio, televisón, Internet y lo que esté por venir).
Por último: sé que "microblog" es otra cosa, pero empleo la fórmula para avisar de que no me va el párrafo largo. Me gusta la brevedad. A menudo me conformo con sugerir. Que, por supuesto, no es exactamente lo contrario de razonar.